viernes, 19 de agosto de 2011

Duermevela.


Los poemas de Montserrath Campos Sánchez, en tanto cuerpo escritural, aparecen frente a nosotros con una propuesta central: el cuerpo es la patria donde habita el amante (aunque se haya ido), donde se le espera siempre, donde se le acoge y se le canta, donde –a veces con ira y otras con ternura− se le lanza una plegaria: Pater Noster/protégeme. El amante es ausencia y pérdida, hombre lagarto que fecunda con su llanto amargo el vientre débil de la soledad silvestre. Por él el mundo es creado: que el sol se despertara con tus ojos. Por él la carne se escribe: Escribes con lunares en mi espalda tu epitafio. El amante es la vigilia, la duermevela y el sueño delta. Dicho de otra manera, el amante es todo: la conciencia de los actos y la arquitectura del sueño, la ausencia y la presencia, el silencio y el poema. 

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